Leather Heart es una empresa que convierte residuos textiles en juguetes de peluche, ofreciendo empleo a madres y mujeres emprendedoras y destinando parte de sus ventas a la alimentación de niños en situación de vulnerabilidad, dentro de comunidades venezolanas, mediante la donación de platos de comida.
El modelo de negocio inicial era establecer una plataforma para la venta de ropa de segunda mano, pero luego comenzaron a fabricar peluches de tela con las prendas que no podían ser vendidas, con la idea de obsequiarlos a niños en situación de vulnerabilidad, como una forma de contribución social.
La iniciativa fue evolucionando, en buena parte gracias a la experiencia vivida por ambos socios del proyecto – Mariángel Molina y Andrés Solórzano – en diferentes programas de formación e intercambio con otras organizaciones de carácter social, que ofrece la embajada de los Estados Unidos.
El contacto con otras organizaciones de triple impacto, fue determinante en la construcción de su actual esquema de negocio.
¿Cómo funciona el triple impacto?
Básicamente, la marca apunta a colaborar con el ambiente, la sociedad y la economía, donde el capital no es un fin, sino un medio para lograr el objetivo.
En el caso de Leather heart, el propósito es lograr un cambio de conciencia para tener un mundo más innovador y sostenible.
El aporte que hace la organización al ambiente se hace a través de la reutilización de “mermas textiles”. Y es que la industria de la moda se ubica en el top 3 de las más contaminantes.
La contribución a la economía está, por una parte, en la contratación de las costureras, madres de familia, que conforman la columna vertebral de la organización; por otro lado, también se refleja en la rentabilidad de la operación, a través de la venta de los productos. Y es que uno de los mensajes clave que tiene el movimiento B, es que, sin un margen positivo, no es posible cumplir la misión.
Finalmente, su contribución a la sociedad se traduce en aportes concretos a ONG que generan impacto en comunidades vulnerables, dentro de la ciudad de Caracas.
Este esquema los animó a postularse en 2019 para la obtención de la Certificación B – que otorga B-LAB, un movimiento internacional conocido como “comunidad B” – debido al impacto positivo comprobable en algunas áreas de su cadena de valor: gobernanza, trabajadores y comunidad.
El movimiento B
La propuesta de Sistema B apunta a una economía que pueda crear valor integral para el mundo, promoviendo formas de organización económica que puedan ser medidas desde el bienestar de las personas, las sociedades y el planeta, de forma simultánea y con consideraciones de corto y largo plazo.
Cada vez son más las empresas y empresarios que buscan la transparencia y medir sus impactos sociales y ambientales. Las empresas que se certifican como Empresas B asumen un compromiso de mejora continua y ponen su propósito empresarial socioambiental en el centro de su modelo de negocio.
Desde su creación en abril del 2012, ya existe una comunidad de más de 650 Empresas B en la región, que demuestrasn que es posible concretar esta visión en los negocios. Juntas facturan más de 5.000 millones de dólares anuales, impulsan proyectos legislativos para crear una nueva opción societaria comercial, introducen nuevas opciones empresarias en la educación universitaria, y llevan esta conversación a parques públicos y festivales musicales, para que sea tema de cientos de miles de personas.